Capítulo 7:
Anónima
- ¿Cuánto tiempo se van esta vez?- Me
pregunta cuando me ve en la puerta de su casa, solo lleva unos pantalones
sueltos y una camisa que deja ver su piel bajo ella.
- Unos cuantos meses.- Froto mi nariz
para calentarla.
Desde que nos conocemos no hemos
estado mucho tiempo juntos como la familia que Rose desea que seamos, a veces
vienen un tiempo y luego se van por años. El tiempo en los diferentes mundos no
corre igual de rápido que aquí, así que para ellos son meses, para mí años.
Como miembro del consejo y aprendiz de líder no puedo moverme mucho de aquí,
pero ellos tienen “negocios”, Esteban tiene una empresa de abogados, y Lily y
Air suelen ir a lugares devastados buscando vidas que salvar, Ai y Robert
residen en un lugar acogedor con pocos humanos a la vista intentando tener una
niña, y todos los demás… ¿dónde están todos los demás?
Cuando me dejan aquí sola, no me
gusta estar en casa, una casa demasiado grande para mi sola me hace sentir horriblemente
vacía, así que desde hace mucho huyo a la casa de Marcus donde siempre me han
alojado, pero…
- No puedes quedarte aquí. Los otros
aprendices pueden verlo mal.- Me regaña, aún cuando me ve en su portal
congelándome. Nunca ha sucumbido a mis caprichos.
- Solo este día, prometo irme al
atardecer.- Le sonrío
- ¿Tienes los dedos cruzados en la
espalda?.- Me dice, detesto que me conozca tan bien.- Tienes una casa, si
quieres puede ir Naomí a quedarse contigo.- Ahora trata de ablandarse y
consolarme.
- No querrá ir, si no va Lyan.- Le
digo.
- Te lo presto también.- Me sonríe, ¿cómo puedes ser tan tú?
Afortunadamente escucho los tacones
de la siempre bien vista Anabelle la esposa de Marcus, que por si fuera poco me
adora.
- Por favor.- Le pido en tono sincero
y un poco patético, Anabelle me escucha y abre la puerta más para que la pueda
ver.
- ¡So! – Me abraza dulcemente y la
saludo.- ¿Por qué estas afuera con tanto frío? Pasa, adelante.
- Gracias Annie.
- Llegas justamente a tiempo para la
cena.- Me sonríe y me toma de la mano.- ¡Nao, Sophie esta aquí! – Grita a lo
alto de la escalera.- Cariño lleva su mochila a su habitación.- Le avienta la
mochila a Marcus y me lleva a rastras al comedor. Marcus sonríe irónico y yo le
enseño la lengua pavoneándome.
- ¡So!- Naomí me salta encima.-
¿Cuánto tiempo será? – Me dice cuando me tiene cara a cara.
- No sé, no me han dicho.- Me encojo
de hombros, y vemos a Lyan bajar las escaleras pesadamente.
- Espero que te sientas mal y me
hayas hecho algunas galletas.- Me dice desde lo alto.
- He traído, pero no para ti.- Le
digo enseñándole una caja de galletas, que en realidad yo no hice.
Los licántropos suelen basar su dieta
en carne animal, la humana esta en contra de la ley a menos de que se tenga un
permiso especial del líder de la asociación y sean órganos creados
artificialmente a los que llamamos “carne industrial”. Por suerte, cuando vengo
a cenar, Anabelle me coce la carne, pues ellos la comen cruda o muy poco
cocida.
El comedor de los Lycan se llena de un
olor a sangre animal todas las madrugadas.
- Escuchen.- Dice Marcus al término
de la cena.- Sophie no se puede quedar, estaría mal respecto a los demás
aprendices.
- Yo soy tu hijo, y no se ve mal.- Le
dice Lyan, pero al instante se arrepiente, Marcus saca chispas.
- Esta bien, me iré a casa.- Le digo,
se cuando aceptar un no.
- ¿Así nada más? ¿No vas a hacer
berrinche ni nada parecido?
- ¿Quieres que lo haga?
- No, definitivamente no.
- Entonces iré a tu casa.- Dice
Naomí.
- Entonces yo también.- Reafirma
Lyan.
- Para nada, no quiero que hagan
cachorritos en mi casa.- Les sonrío, pero Marcus y Anabelle los ven firmes.- Me
las arreglare yo sola.
La familia Lycan, siempre han sido
aliados míos, desde Magnus, el primer licántropo en la tierra y al que conocí.
Los roces entre nuestras razas nunca han sido cosas de nosotros. Aún cuando fui
amante de Marcus, Anabelle que en ese entonces era una niña tal vez demasiado
pequeña para saber las razones por las que su hermano desaparecía largas horas
conmigo, siempre fue amable y me trato como una hermana mayor a la que le pidió
consejos respecto a su futuro esposo. Me cuesta trabajo comprender la dulzura
de esta mujer, pero no la razón por la que al final Marcus supo lo que tenía
que hacer.
Paso el día con ellos en la
habitación de Naomí, tiempo en el que hablamos de cosas banales, como mi
horrendo armario de escobas y el vestido celeste que llevaba anteriormente,
comentamos sobre la noche roja que se acerca –una vez cada diez años se permite
que los vampiros y licántropos nivel A y B, hagan contratos de sangre con
humanos codiciosos de belleza y eternidad - como cada década me pregunta si
participare, y como cada década le dedico un rotundo “no”. No se cuando
exactamente nos quedamos dormidas, pero lo que me despierta es el sonido del
piso crujiendo y el colchón quejándose de un peso más, Lyan entró en la
habitación y se acostó a un lado de Naomí, de reojo y sin buenas razones para
abrir los ojos, veo la silueta de dos cuerpos convertidos en uno, en un solo abrazo
sin la necesidad de la lujuría, les basta conectar sus pieles para estar bien
consigo mismos.
Por la tarde y como prometí vuelvo a
casa y esta todo solo, me siento como cascarón vacío. Al rato comienza a llover
y a relampaguear, me acuesto y decido dormir, pero solo logro dar vueltas de un
lado a otro por horas, y me pongo a pensar ¿Cuándo fue la última vez que dormí
bien? La respuesta llega en automático, en casa de Alexandro. Con la intención
de liberar tensión y despejar mi mente, me cubro lo mejor posible, tomo un
paraguas y salgo a caminar.
Me paso la escena por la cabeza una y
otra vez, y no encuentro la forma en la que vine a parar aquí. Estoy mojada y
friolenta bajo un paraguas en frente del complejo de apartamentos de Alexandro,
pensando ¿qué diablos estoy haciendo aquí?
Escuchó pisadas detrás de mí.
- Señorita.- Me dice.- ¿Qué hace
aquí?
Esta totalmente empapado en ropa
deportiva y se ve que viene de una carrera nocturna.
Me deja pasar sin mucha explicación y
el olor a fresas inunda mis pulmones otra vez.
- Puede bañarse si quiere, secare su
ropa.- Mi mira a los ojos, esta totalmente empapado y sus pestañas se han unido
entre ellas.
- Sophie.- Se gira y pienso que es la
primera vez que me presta atención de verdad.- Llámame Sophie, por favor.- Su
semblante no cambia, por un momento pienso que me echara.
- El baño esta por aquí, Sophie.-
Siento como si mi corazón hubiese estado en un coma un largo tiempo hasta que
con su voz diciendo mi nombre, hace que vuelva a latir fuertemente.
Mientras estoy en la ducha examino el
baño, un lugar de blanco inmaculado, por alguna extraña y desconocida razón me
emociona ver el shampoo que usa, y usarlo en mi cabello. Cuando abro la puerta
veo que ha puesto un par de prendas afuera, a los pies de la puerta, me la
pongo aunque me queda extremadamente grande.
Mi corazón se pone como loco y mi
estómago se emociona tanto que estruja mis demás órganos. Camino hacia la
pequeña sala que tiene y lo miró sentado como la primera vez que estuve aquí,
en el sófa rojo que arruina la consistencia de su departamento leyendo un libro
y con la mirada fija y concentrada en las palabras, entrecierra los ojos, no
quiere voltear.
- Gracias por el baño.- Le digo,
llevo el cabello mojado cayendo por mi espalda y lo seco poco a poco con una
toalla que llevo en manos.
- No fue nada.- Me doy cuenta que
sigue empapado.
- Tal vez deberías de tomar uno
también.- Le digo con la voz queriéndoseme cortar. Mírame.
- No se preocupe por mí…- Deja las
palabras al aire, como si fuera a decir algo más.
Camino hacia él. Me siento a su lado
y subo los pies al sofá.
- Supongo que ya no tienes más de esa
deliciosa leche.- Inclino algunos grados mi rostro para poder verlo a la cara,
pero se remueve y gira el rostro.
- Compre unos litros más, están en el
refrigerador.- Me toma por sorpresa y la boca se me seca.
Una eternidad de silencio.
- ¿Qué estas leyendo? – Decido romper
el hielo otra vez, pero su rostro no se mueve ni nada. Estiro mi brazo para
arrebatarle el libro, pero lo único que hace es levantarse y evadir el
contacto.
- Creo que es hora de que vaya a
tomar ese baño.- Huye hacia el baño y me quedo en silencio el resto del tiempo.
Veo el libro tirado en la alfombra y
lo levanto, no es un libro de literatura es una recopilación de personas de la
asociación, el volumen de “vampiros”.
Voy directo a la R y esculcó hasta
encontrarlo “Ryuji, Alexandro”
La leyenda “Mestizo nivel D”, se encuentra junto a una foto suya, en la que no
pasa de los 200 años y mira fría y firmemente hacia la cámara.
Después al querer dejar el libro en
la mesa, tiró un recorte y me doy cuenta que soy yo, cuando tenía muchos menos
años y apenas Rose se atrevía a presentarme ante la sociedad, estoy sentada en
una silla que me queda enorme, vestida de blanco inmaculado y con Kael y Rose a
mi lado, recuerdo esta foto, la tomaron poco después de ser creada la
asociación y fue publicada en una revista con el título “la joven princesa de
la noche”.
Rebuscó hasta llegar a mi nombre
donde la colocó, junto a una foto más actualizada mía, ¿dónde quedo la niña pequeña? “Donde nadie la pueda encontrar” me
pregunto y contesto a mi misma.
Leó toda la información que se
recopilo mía, pero el campo de “procedencia” esta en blanco. Una vez alguien me
dijo que se puede saber mucho de alguien por el lugar de donde proviene, por su
hogar.
Entonces llego a la conclusión de que
soy anónima. No vengo de ninguna parte, ni voy a ninguna.